Jabones con sebo de vaca
Me gustan los jabones que llevan sebo de vaca. Por raro que parezca, una de las cosas que más me gusta de ellos es el olor. Obviamente no huele a vaca. Otras cualidades que aporta al jabón son la blancura, la dureza y la cremosidad y consistencia de la espuma. Lo suelo usar mezclado con oliva y algo de coco pero siempre se ha usado sólo con coco y ha funcionado perfectamente. Es un ingrediente comparable a la manteca de cacao que ya sabemos que resulta carísima.
La complicación de esto es conseguir el sebo. Generalmente, los carniceros lo quitan de la carne y lo tiran, por lo que si alguien tiene prejuicios sobre su uso en defensa de los animales, que sepa que lo que es una verdadera pena es que, además de matarlos, se tire una materia prima tan útil. Pero si consigues que tu carnicero no lo tire y te lo guarde, te voy a contar como hay que prepararlo para poderlo usar en los jabones. Sería traicionero si no avisara de que suele soltar bastante peste y que hacer bien el proceso es difícil. Cuanto más fresco y puro sea, menos huele.
Obtención de sebo de vaca puro
Lo ideal es limpiar los trozos quedándonos sólo con el sebo más puro, siendo éste el más duro y blanco, denominado sebo en rama. Si conseguimos triturarlo en gusanillos, mucho mejor porque se le sacará mayor rendimiento.
Una opción es ponerlo a cocer en una olla con igual peso de agua y un 3% de sal y se cuece para que se vayan rompiendo los tejidos celulares y soltando así su contenido. Los restos se van oscureciendo y reduciendo y quedan flotando en una mezcla blanquecina. En menos de una hora el primer paso del proceso debe de finalizar y, aun caliente, lo colamos con una tela en otra olla.
La otra opción es hacer esto sin agua. El rendimiento es mayor pero hay que cuidar que no se nos queme la grasa lo que se traduciría en un sebo más oscuro y oloroso. Hay que hacerlo a fuego muy lento y sin dejar de removerlo.
El resultado lo dejamos enfriar, si es en la nevera mejor, de manera que el sebo se queda flotando sobre el agua y solidifica, permitiéndonos separarlo fácilmente del agua que permanece líquida. La parte inferior del sebo tendrá más impurezas, por lo que se puede eliminar esa capa o lavar bajo el grifo de agua fría.
Este sebo ya nos serviría para hacer el jabón pero, para mi gusto, aun tiene bastante olor y posiblemente algo de color. Ahora se trata de depurarlo o purificarlo para quitar, entre otras cosas, los ácidos grasos libres que propician la ranciedad. Eso nos permitirá guardarlo por más tiempo.
Depuración y desodorización del sebo de vaca
Para la primera depuración usaremos una lejía muy, muy suave que reaccionará con los ácidos grasos convirtiéndolos en jabón. Estamos hablando de que para un kilo de sebo pondremos medio de agua y de 3 a 5 gr de sosa cáustica. Cociendo esto brevemente se obtendrá una espuma grisácea en la superficie, que iremos eliminando con una espumadera, como con el caldo, hasta que deje de aparecer. A la vez en el agua se irán depositando las sustancias mucilaginosas. Esta vez hay que dejarlo enfriar lo más lentamente posible para favorecer que se decanten las impurezas. Cuando se enfríe completamente, se procede como en el paso anterior y lo separamos del agua.
Este penúltimo paso te lo saltas o no, según tu nivel de exigencia olfativa. Se vuelve a cocer con un 2% de sal y un 1% de alumbre lo que lo debe desodorizar completamente. Cuando se enfríe completamente, se procede como en el paso anterior y lo separamos del agua.
Cogemos el sebo ya decantado, blanqueado y desodorizado y lo calentamos para eliminar todo el agua que contenga, que lo hará cuando supere los 100ºC y es posible que aun ahora suelte algo de espumita por encima que eliminaremos con un colador metálico o espumadera.
Una vez frío, tendremos un sebo de primera que producirá unos jabones de gran calidad.