El experimento es formidable, sobre todo para cuestionarse lo que damos por seguro.
La ecuación química de saponificación es sobradamente conocida: un triglicérido + 3 moléculas de hidróxido sódico -> una molécula de jabón + glicerina, en la que no aparece agua por ningún lado. Pero esto sólo es una representación simbólica y cuantitativa de los compuestos que intervienen y de los productos resultantes.
Al igual que en una receta de cocina se citan los ingredientes y luego se explica su elaboración, o en una manualidad se enumeran los materiales y herramientas y después se detalla su montaje, en la reacción química hay factores para que ésta se produzca que no siempre se detallan en la ecuación. Por ejemplo, cuando alguno de los reactivos debe estar en disolución acuosa en ocasiones se le pone el subíndice aq entre paréntesis, como en NaOH
(aq), o si debe aplicarse calor a veces se indica encima del símbolo ->, pero no es lo más común.
En el caso del jabón hay varios factores que contribuyen a que se produzca la reacción química de saponificación, de los que nos valemos habitualmente porque forman parte del procedimiento para obtener un jabón aceptable, pero no se mencionan en la ecuación química, como son el fundido de grasas, la disolución de la sosa/potasa, la agitación y batido de la mezcla, o el uso de calor.
Por ejemplo, el batido de las grasas y la lejía de sosa no parece ser imprescindible para que se forme jabón. Con el tema de no haber llegado a la traza, que planteaban algunos iniciados en el foro, hace tiempo realicé la prueba de remover sólo ligeramente la lejía en los aceites fríos y esperar semanas a que cuajara. El resultado fue una pasta de jabón de calidad ínfima, aunque jabón a fin de cuentas, que me sirvió para aprender la diferencia entre el concepto químico/teórico de lo que es jabón y su elaboración práctica para que resulte útil.